Lee la historia
Clemente y Cándida Hopper estaban sentados en sus mecedoras en el porche de su cabaña, esperando que su hija Clementina, de 16 años, volviera del picnic organizado por la iglesia. Clemente limpiaba su escopeta mientras Cándida, su esposa desde hacía 18 años, cosía con esmero el vestido de retazos que esperaba que algún día su hija Clementina vistiera en su casamiento.
De repente, el sonido destartalado y ronco del camión de Wilfredo anunció la llegada de Clementina y el primer muchacho que la había invitado a un picnic de la iglesia en toda su vida. Pero ante la mirada asombrada de Clemente y Cándida, la jovencita bajó de un salto del camión, se dirigió a la casa, y subió de dos en dos los escalones del porche, sin saludar a Wilfredo.
“¿Qué es lo que pasa, hijita?”, preguntó Cándida, pero Clementina simplemente pasó como una tromba a su lado y se metió en la cabaña.
Cándida la siguió y se sentó en la cama junto a ella que, con el rostro hundido en la almohada, lloraba como una vaca a la que ordeñan sin guantes en una fría mañana de invierno.
“¡Wilfredo dijo que no quería volver a llevarme a ningún otro picnic!”, sollozó.
“¿Y eso por qué?”, preguntó su madre.
“Y... porque yo corrí la carrera de las tres piernas con Bubby”, contestó Clementina, y volvió a hundirse en la almohada.
“Ay, m’hijita Clementina”, suspiró Cándida. “¿Qué es lo que me estás diciendo, que Wilfredo te llevó al picnic, y tú lo dejaste a un lado pa’ correr con Bubby?”
Clementina hizo un ruido raro con la nariz y se limpió con la manga de su vestido. “Es que yo no lo dejé a un lado”, protestó. “Lo único que hice fue correr con Bubby.”
Cándida abrazó tiernamente a su hijita y comenzó a mecerla como si fuera un bebé. “Es todo la culpa mía, querida”, dijo. “Culpa mía. Yo te debería de haberlo dicho. Yo te debería de haberlo dicho.”
“¿Dicho qué, mamá?”
“Yo te debería de haber dicho la primera regla pa’ ir a un picnic de la iglesia con un muchacho”, respondió ella.
Clementina se limpió otra vez la nariz en la manga del vestido, y su madre la miró con gesto impaciente. “Te lo dije mil veces que no se usa la manga del vestido pa’ limpiarte”, la reprendió. “Pa’ eso está el borde de la colcha.”
Clementina asintió y se acercó la colcha a la nariz. “Y... ¿cuál es esa regla número uno pa’ ir a un picnic de la iglesia con un muchacho?”, preguntó a su madre.
“Corre con el que te trajo”, le respondió esta. “Si este muchacho te llevó al picnic, tú te quedas al ladito de él pa’ la competencia de comer pastel. Y si ese muchacho te llevó al picnic, tú usas su escopeta pa’ el juego de dispararle a las latas. Y lo más importante, que no te debes de olvidar, es que tienes que correr la carrera de las tres piernas con él, o si no, puede que nunca más te vuelva a llevar a un picnic.”
La regla número uno de Cándida no sólo es útil como consejo para los picnics de la iglesia; también es un paso clave en la vida vertical.
Muchas personas que han experimentado la salvación por la fe en Cristo cometen el mismo error que Clementina. Tienen la impresión errónea de que la santificación se logra por medio de un proceso muy diferente que el proceso que los llevó a la salvación. Creen que la santidad llega por medio de la práctica, que la justicia puede ser desarrollada por medio del esfuerzo, que pueden lograr la victoria sobre el pecado por medio de algunos “trucos” hábiles o técnicas creativas. Pero la regla número uno de la vida vertical es, simplemente, “corre con el que te trajo”.
Eso significa que debes venir a Cristo en una fe simple, de niño, como hiciste cuando buscaste por primera vez el perdón de tus pecados y la salvación de “la paga del pecado” (Romanos 6:23). Significa depender, no de nada que tú hagas, sino de su gracia, porque “por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8, 9). Significa confiar en Dios para tu santificación de la misma manera que confiaste en él para tu salvación, diciendo, como Pablo, “porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12).
Como Pablo escribió,
Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias (Colosenses 2:6, 7).
La vida vertical, de principio a fin, es “por gracia por medio de la fe” (Efesios 2:8). O, como lo hubiera dicho Cándida, es fe en Jesús, “el que te llevó”; esa misma fe en Jesús debe ser tu compañera durante todo el picnic.
En tus propias palabras
Explora lo que significa ser guardado por la fe en Jesucristo completando lo siguiente:
• Lee Hebreos 12:1, 2. ¿Qué crees que quiere decir este versículo al llamar a Jesús “el autor de la fe”?
• ¿Qué crees que quiere decir el mismo versículo al referirse a Jesús como “consumador de la fe”?
• Lee 1 Pedro 1:3-5. ¿Cómo dicen estos versículos que somos “guardados”?
por
mediante
• Tómate unos minutos para orar 1 Pedro 1:3-5, sustituyendo “nos”, “vosotros”, y “sois” por “me”, “mí”, y “soy”.
• ¿Has puesto tu fe en Cristo como Salvador? ¿Has puesto tu fe en Cristo como Santificador? Si respondiste que no a alguna de estas dos preguntas, tómate un tiempo para orar ahora mismo y poner tu fe plenamente en él.