Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos que pertenecieran al Camino, tanto hombres como mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén.
Y sucedió que mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció en su derredor una luz del cielo; y al caer a tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y El respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues; levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
Los hombres que iban con él se detuvieron atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque sus ojos estaban abiertos, no veía nada; y llevándolo por la mano, lo trajeron a Damasco. 9 Y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.